martes, 30 de enero de 2007
CINE RESISTENCIA
Cine Resistencia presenta
Este Sabado en Austin: Cortos de Mexico desde las líneas delanteras!
con los cineastas
Vladimir Flores y Greg ¨Gringoyo¨ Berger
Sabado 3 de Febrero, 2007 a las 6pm
Resistencia BookStore
1801-A South first St.
Austin, Tejas
512 416-8885
Para mas información consulte nuestra pagina de AAGO EVENTS.
miércoles, 3 de enero de 2007
El pueblo a aprendido muchas cosas
Entrevista por: Hilaria Cruz
Colaboración: Luis Manuel Amador
Foto: Demetrio Barrita
Hoy es sábado 23 de Diciembre de 2006, la siguiente es una entrevista con Dionisio Martínez, artista plástico y profesor, una de las 149 personas que fueron levantadas por la Policía Federal Preventiva (PFP) el 25 de noviembre en el centro de Oaxaca, y trasladadas a la cárcel de máxima seguridad en el estado de Nayarit. Dionisio fue puesto en libertad bajo caución el domingo 17 de diciembre de 2006.
Por favor danos tus datos personales si así lo deseas.
Mi nombre es Dionisio Martínez Luis. Tengo 42 años de edad, soy casado y tengo un hijo de siete años.
¿Cuáles fueron las circunstancias de tu detención?
Fui arrestado el día 25 de noviembre entre 6:30 a 7:00 de la noche en el jardín que se llama Pañuelito, a un costado de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca. Yo andaba con Juan de Dios Gómez Ramírez. Él andaba tomando fotografías cuando de repente llegó la PFP y nos detuvo. De entrada quiero decirles que nos obligaron a tirarnos al piso a todos, mujeres y hombres. Nos tiraron al piso y nos empezaron a patear de manera brutal en la cabeza, todo el cuerpo con los toletes, una especie de garrote grueso, largo. A mí me rompieron de hecho una costilla que todavía me estoy curando. Atrás de los de la PFP había elementos con rifles de asalto haciendo disparos al aire, por eso nadie opuso resistencia. El cien por ciento de los que fuimos detenidos fuimos golpeados salvajemente.
Qué sucedió después de el Pañuelito?
Bueno, después de que nos golpearon nos llevaron al centro del zócalo, a un costado de la catedral. Ahí nos amontonaron, con las manos hacia atrás, bocabajo. Ahí dijimos nuestros nombres, nuestros domicilios y empezaron a insultarnos, nos golpeaban a cada rato. Posteriormente nos subieron a unas camionetas, al parecer color blancas, con un total de diez compañeros en cada camioneta, amontonados bocabajo con las manos hacia atrás. Al subir a la camioneta nos revisaron. Me quitaron la cartera. Yo llevaba cuatrocientos pesos. Me quitaron el celular, mi reloj y todo, absolutamente todo, [hasta] las monedas. Eso les hicieron a todos. A los de pelo largo les empezaron a cortar con una navaja la cabellera. En esa camioneta fuimos trasladados a lo que después nos enteramos que era el penal de Tlacolula.
Los siguieron torturando en el camino a la cárcel de Tlacolula?
Alrededor de 8 o 10 militares nos ponían la bota en la cara, en el cuerpo, y nos iban insultando. Uno de ellos tenía un bote de gasolina y empezó a rociarnos con la mano y el otro tenía un encendedor y nos decían que nos iban a prender fuego, [mientras nos gritaban] “ya se los llevó la chingada. ¿No que muy cabrones appos? Ahora sí, acuérdense de sus padres que somos nosotros”. [En el translado de la ciudad de Oaxaca a Tlacolula, que duro una hora], a cada rato nos azotaban la cabeza en la camioneta. Muchos compañeros se quejaban aunque no pretendían quejarse. Llegando a Tlacolula igual fuimos insultados. Todos los compañeros iban sangrando desde la cabeza, la nariz, los ojos. Los que iban lesionados de todo el cuerpo casi fuimos arrastrados a las celdas del penal. Después supimos que era el penal femenil de Tlacolula. Nos metieron a las celdas ahí en bola, varios compañeros en una celda. Me rompieron la camisa, me rompieron el pantalón, nos quitaron los zapatos. Y el frío era terrible ahí. Eso fue el domingo. Posteriormente, sin avisarnos, el lunes temprano llegaron, nos amontonaron en un patio de la cárcel para decirnos de qué estábamos acusados. Yo estaba hasta atrás y no escuché perfectamente de qué estaba yo acusado. Mencionaban unas bombas molotov y otras cosas, incendio me parece. No nos dijeron nada, nos ataron, nos pusieron esposas en las manos y en fila nos subieron a dos autobuses y nos trasladaron al aeropuerto de la ciudad de Oaxaca. Eso fue el lunes 27. Ya he preguntado a varios que estuvimos presos porque de hecho ahí no nos dejaban comunicarnos entre nosotros, pero ya en el camión, de regreso, cuando nos liberaron que cuál era el momento más terrible para ellos (y creo que nadie coincidió conmigo), en mi muy personal manera, el momento más terrible es cuando nos formaron a todos en tres filas y estaba el avión lleno de PFPs y militares vestidos de verde alrededor de nosotros. A cada rato nos decían que nos iban a llevar a las Islas Marías, a Almoloya. Cuando vi el avión encendido fue el momento más terrible para mí, porque nos amenazaron desde un día antes que nos iban a tirar del avión.
¿Qué pasaba por tu mente en esos momentos?
Primeramente mi hijo, mi familia, mi esposa, todos. De repente no te pones a pensar en nada pero sí, el miedo es terrible. Nos pidieron nuestros datos. Las cámaras filmando. En posición de cuclillas nadie tenía derecho a voltear a ver a nadie. Muchos empezamos a llorar ahí desde antes de salir, estando formados. Ahí reconocí a varios compañeros pintores y maestros, Juan de Dios y Gerardo Bonilla, y a otros que [solo conocía de vista], uno se llama Benito Santiago Caballero, el otro se llama Jesús Bolaños. El momento terrible, terrible fue cuando ya arrancó el avión porque todos [ibamos lesionados], [por ejemplo yo iba lesionado en] toda la espalda, todo el cuerpo me dolía muchísimo. Así nos trasladaron, no nos dijeron a dónde. Cuando llegamos yo pensé que era México, pero nos bajaron a un autobús, y empecé a sudar de la calor. Supimos un día después que estábamos en el penal de seguridad CEFERESO (Centro Federal de Readaptación Social) de Nayarit.
¿Cuánto duró la trayectoria del traslado en avión y cómo los trataron?
Duró de 45 minutos a una hora. Todos se quejaban porque todos íbamos bien golpeados. Muchos habían perdido sangre un día antes, de la cabeza. Unos iban casi desmayándose. Alcancé a escuchar a unas mujeres que lloraban, abiertamente lloraban. Fue un momento terrible porque muchos no habían viajado en avión. Cuando arrancó el avión empezaron a gritar. Nos decían que nos calláramos y que no nos quejáramos del dolor. No podíamos alzar la cabeza porque nos la metían. Ya cuando llegamos ahí, igual creo que la PFP nos entregó a los guardias federales de ese penal. Entonces el trato también igual otra vez: los insultos, nos llamaban revoltosos, los tirapiedras, los appos, “A ver si es cierto que así son tan hombrecitos”. Entonces el momento más de terror para la mayoría [mis compañeros], es el momento en que nos recibieron en un cuarto oscuro. Se veía una luz pequeña al fondo y nos pusieron hincados en el piso. Y empezaron a ladrar perros.
[Aquí se detuvo la entrevista. A Dionisio se le quiebra la voz y rompe en llanto].
Tengo un concepto, y hay que decirlo: los golpes nos los dieron acá en Oaxaca cuando nos detuvieron. Sí, nos golpearon hasta que se hartaron. Te voy a platicar de un muchacho que se armó de valor y dijo, ya que estábamos tendidos en el piso, “¡Viva la APPO cabrones!”. Y pobre, a él le deformaron la cara, le dejaron bien fea la cara. Y contra él se fueron no uno sino como ocho o diez. Me enteré después que le rompieron todo, lo dejaron bien deforme. Y yo también te soy honesto, allá no nos golpearon, pero el momento terrible para la mayoría fueron los perros, que nos ladraban y trataban de mordernos atrás, en las piernas, y los guardias como que los soltaban y los jalaban. Y no eran uno sino eran un resto de perros. Lo que tú escuchabas era puros ladridos de perros, terribles, terribles, también hay que decirlo. Un muchacho estaba a mi lado, chamacho, chamaco, como de dieciséis-diecisiete años, y empezó a llorar. “No llores, chingao, ¡ánimo!” le decía yo. “No, si estoy llorando de rabia”, decía. Había de todo. Y creo que los que más sufrieron fue la gente de la tercera edad, que había mucha gente de sesenta años, de más años, eso sí, porque sus movimientos eran muy lentos, y con ellos se desquitaron. Y por ejemplo hay gente que no hablaba muy bien el español, que tenías que decirle por ejemplo “Cómo te llamas”. Te decían el nombre, en mi caso “¡Martínez Luis!” me gritaban los guardias, y yo les tenía que decir “Dionisio, señor”. Tenías que decirle así sin mirarle a la cara. Cuando llegamos ahí, cuando entramos a ese cuarto un oficial nos dijo: “¿Saben qué? Están en una cárcel de máxima seguridad. De aquí en adelante todo lo que tienen que responder tiene que ser ¡Sí señor!”, y así lo hicimos. Ahí nos cambiaron de ropa, nos dieron un uniforme. Te toman fotos y hay una cámara que te está filmando. Todo está filmado. Posteriormente nos pasaron a peluquería, nos raparon y nos pusieron, igual, el número de reo que eres. Yo fui el 714, la terminación era 714. Y nos pidieron que nos lo grabáramos. Ese era el número de identificación. Te piden todo lo que haces, tus defectos, todo. Te toman las huellas digitales de todos los dedos, de la palma, y ya lo registran. Nos llevaron a las celdas donde estuvimos todos esos días.
¿Cuál fue la experiencia de las mujeres?
Desafortunadamente estábamos totalmente incomunicados entre nosotros. Y yo jamás vi a una mujer ahí en el penal. Sabíamos que estaban ahí las mujeres pero nunca nos vimos, y vi a las mujeres ya en el autobús de regreso. Yo tengo la impresión de que fueron tratadas aún más [duramente], porque yo escuché cómo trataban las oficiales a ellas. A nosotros nos dejaban movernos un poco en el autobús, a ellas no. Eran más estrictas las mujeres policías que los hombres. Pero más cercanamente no he platicado con nadie, más que lo que he leído.
¿Cómo les comunicaron de su liberación?
A las tres de la mañana del día sábado [16 de diciembre] nos levantaron a todos y nos dijeron que a los que mencionaban que diéramos un paso al frente, y salimos de la celda en grupo y nos llevaron a juzgados. El señor que estaba en los juzgados nos dijo que el juez de Tlacolula nos había dictado la libertad bajo caución. De ahí nos regresaron a la celda, preparamos nuestras cosas que eran: dos uniformes, una colchoneta, todas las cuestiones personales que nos dieron las envolvimos en una sábana y cumplimos todos los requisitos oficiales que marcan la disciplina interna de ese reclusorio. Y fue así como salimos. Cuando salimos ya estaban dos autobuses esperándonos. De hecho muchos nos conocíamos de la voz. Sabía quién era por ejemplo, Jesús; de los que conocía, a Juan de Dios, uno de apellido Valdivia, otro de apellido Palomec, uno que se quedó, de nombre Ángel. Ya nos conocíamos de voz, ahí en el autobús ya nos conocimos de cara.
¿Consideras que la presión internacional ayudó en algo para que los liberaran?
Pienso que todos contribuyeron. El miedo más terrible para mí, personalmente, es que la gente nos hubiera olvidado. ¿Y si la gente no está haciendo nada? ¿Y si la gente no ha protestado porque nos detuvieron en un momento crítico cuando el movimiento estaba decayendo? Y teníamos la esperanza porque llegaron unos diputados a decirnos que en todo el mundo había manifestaciones de solidaridad, pidiendo la liberación de los presos que estábamos en Nayarit. Eso nos alimentaba, era como un tanque de oxígeno. Y sabíamos, de hecho, que en Estados Undos, en varias embajadas de todo el mundo, estaban luchando por nuestra liberación. Yo siento que sí, todo eso influyó, esa presión, para que nos dieran la libertad.
¿Cuántos se quedaron en la prisión?
En total éramos como ciento cuarenta y tantos. Salimos 43 en el primer paquete, en el segundo fueron un promedio de 16, no sé exactamente cuántos porque hay un compromiso de liberar a los demás antes del día 31 de diciembre. Entonces en eso estamos. Visité a varias familias que no los fueron a ver a San Luis Potosí; visité a una familia específicamente en Huajuapan de León, pues, para brindarles la solidaridad y darles la buena noticia de que los reos ya estaban acá en Oaxaca.
¿Eres miembro de alguna organización? Si es así, ¿por qué? De no estar ligado a alguna organización, ¿por qué no?
Milito, primeramente, en la Sección 22, y asisto a todas las marchas de manera pacífica. También dentro de la Sección 22 tenemos un equipo que se llama Magisterio Zapatista. Somos muy poquitos pero estuvimos en La otra campaña, haciendo trabajo de presentación de revistas, difundiendo el problema de los indígenas, no solamente de Chiapas sino de Oaxaca y de todo México. Por eso también tenía un poco más de miedo que los demás.
También eres maestro, realizas actividades con niños. ¿Cuál es tu trabajo con ellos?
En la escuela doy clases de pintura a los niños y cuando se puede doy clases abiertas igual. En varias partes he dado cursos. Aquí estamos en este taller que es Demos, cuando hay oportunidad pues damos talleres libres. Como artista he donado trabajos para el EZLN, para la Cruz Roja, para todo lo que sea para bien común.
¿Qué es lo que ha estado sucediendo en Oaxaca últimamente?
Yo había leído que esto sucedía en otros países como en Chile en los años 70, en México en el 68, pero nunca pensé que el estado de Oaxaca estuviera militarizado. Tú vas al centro histórico y está lleno de policías. A los jóvenes les revisan las mochilas. Ayer mismo estaban revisando en [la zona comercial] Plaza del Valle las maletas, las mochilas de todo aquel ciudadano que circulara en esa dirección. Es terrible cómo el puebo tiene miedo de salir. Esta pregunta me la hicieron allá [en Nayarit] un criminólogo y una sicóloga: “si valía la pena que yo estuviera ahí arrestado por luchar por lo que yo creía”. Yo les decía que el pueblo ya había aprendido muchas cosas, que el pueblo ya no se iba a dejar. Creo que es la gran enseñanza que damos los que salíamos a la calle a protestar de manera pacífica, y por todo ese pueblo yo creo que vale la pena. Pero es triste, muy lamentable de que en Oaxaca la manera de gobernar de un gobernante sea eso, mediante la fuerza, mediante encarcelamientos, mediante levantamientos así, allanamientos de moradas. Llegaban a las casas y registraban. Fue terrible sobre todo esa primera semana, es terrible que a los compañeros maestros llegara la PFP, entrara a las escuelas y [se] los llevara. Llenamos todas las cárceles: de Miahuatlán, de Etla, cárceles de Tlacolula fueron llenadas, por eso igual nosotros fuimos enviados a prisiones de otros lados.
¿Piensas que el gobierno de Calderón dará respuestas a las demandas de la APPO?
El encargado de la política interna del país se llama [Francisco] Ramírez Acuña, exgobernador de Jalisco, donde prohibía incluso a las muchachitas la minifalda, entre otras cosas. El encargado de esa política está en la Secretaría de Gobernación. La lectura que tenemos es precisa. Creo que este gobierno viene con mano dura. Lo que a mí personalmente me duele mucho es que están adentro compañeros presos, inocentes, jóvenes, los mejores hombres que ha dado Oaxaca, que son los jóvenes, los que han luchado por una sociedad justa están adentro, gente de tercera edad, campesinos están adentro, y por lo que se ve se deslinda la Secretaría de Gobernación de estas actitudes y es muy lamentable que la rigidez esté gobernando en nuestro país. De hecho yo no le veo ninguna posibilidad de llegar a acuerdos con la Secretaría de Gobernación por la historia de Ramírez Acuña. Todavía hay presos en Jalisco de los jóvenes que se manifestaron contra una política. La lectura que tenemos en Oaxaca es esa precisamente, pero yo confío mucho en la fuerza del movimiento, no solamente de la sección 22 sino de todo el pueblo de Oaxaca para que liberen a los que están presos injustamente.
¿En tu caso personal intentas seguir participando políticamente a pesar de toda la historia que viviste y del trato en la prisión?
Primeramente le agradezco mucho a mi familia, pero ayer que hubo una marcha me dijo mi hermana “¿sabes qué?, no vayas a la marcha, es por tu bien, tu libertad es bajo caución”. De hecho no estoy libre todavía, jurídicamente sigue el proceso. Igual pueden agarrarme en cualquier momento. Personalmente me estoy cuidando, estoy escribiendo algunas cosas que me sucedieron. Los que más sufrieron de entrada fueron mi hijo, mi esposa, mi mamá, mi papá que lloraron de lo que nos golpearon, de lo que estuvimos incomunicados más de diez días. Entonces por el bien de ellos yo trato de estar a la expectativa ahorita.
¿Cómo han a fectado a tu familia los eventos que han pasado en Oaxaca y tu encarcelamiento?
En la casa de hecho sufrieron bastante cuando me detuvieron. Uno piensa que las detenciones nunca van a llegar a la casa, porque había habido detenciones desde el mes de junio, julio, agosto, septiembre, octubre... había detenciones a veces masivas, a veces selectivas. Pero uno piensa que jamás eso llega a la casa. Se enteraron porque yo de hecho estaba en la lista de los desaparecidos. Nadie sabía de mí, pues de hecho toda la familia cambió su manera de pensar. Las cosas, pertenencias mías que yo tenía, los cuadros o las revistas o las fotografías [en las] que aparecía yo las escondieron. Había un plan de vivir en otra casa porque estaban allanando las casas de los compañeros detenidos. Mi mamá se aferró y dice “Si yo no hice nada, yo me tengo que quedar acá.” Igual mi esposa, y decidieron quedarse ahí, donde siempre han vivido.
Cómo ves el futuro de la APPO y del movimiento? Habrá alguna esperanza de que la gente se mantenga unida y pueda seguir manifestándose abiertamente sin que tenga que hacerlo de manera clandestina?
Yo siempre he pensado, te vuelvo a repetir, que nos hace falta mucho todavía trabajar en las comunidades. Es muy triste, yo lo comentaba con mi esposa, que la gente, los artistas, los pensadores, los académicos, los intelectuales, amas de casa de la ciudad, están con el movimiento. Pero si tú vas a las comunidades todavía hay gente humilde, que no sabe leer y que de manera mecánica cree en el gobierno, cree en Ulises [Ruiz]. Es una reflexión, que tenemos que comprometernos todos a mejorar ese concepto que tiene la gente. Hace falta mucho trabajar. Actualmente creo que estamos viviendo una etapa de crisis terrible del movimiento, y hay que reconocerlo. La gente ya no quiere salir a protestar porque los encarcelan, porque los matan. Es comprensible esa actitud de la sociedad oaxaqueña. Tiene miedo de salir a las calles porque está militarizado el asunto, porque algunos priístas señalan: “ése marchó”, “ése hizo barricadas”. La gente es lógico que tiene miedo, sin embargo yo confío mucho en que tenemos que convencer primeramente a la gente humilde, convencernos a nosotros que sí es posible lograr un mundo. Yo creo mucho en que en los meses después, en los años posteriores, tengamos candidatos independientes bien convencidos, comprometidos con lo que creemos, para que elabore leyes que beneficien al pueblo. Confío mucho en que este movimiento tiene que superar muchas cosas y que vamos a salir triunfantes.
¿Sientes que la gente de Oaxaca ha sido influenciada por situaciones politicas que se han dado en México o en otras partes del mundo?
Mira, el proyecto del capitalismo y su extensión en todo el mundo ha tenido siempre una respuesta de la gente y no solamente acá: en Bolivia, en Venezuela, incluso en Estados Unidos hay una resistencia civil en contra de ese proyecto, y yo creo que en el mundo hay igual esa protesta. En Oaxaca se ha recrudecido eso precisamente, pero lo que estamos viviendo es eso. Hay una vinculación con las luchas de manera internacional y local. En México hay una resistencia, igual han habido manifestaciones en contra del proyecto del capitalismo. Nosotros estamos buscando los mecanismos de enlazar toda esta lucha para un beneficio de todos.
¿De qué manera puede apoyar la gente de Estados Unidos y Canadá a este movimiento en Oaxaca?
Por lo que he leído, porque durante mucho tiempo no tuve acceso a la información allá adentro en el penal (pero uno lee), de que en las embajadas hay manifestaciones, de que hay cartas de solidaridad con el pueblo oaxaqueño, de que incluso los migrantes que están allá han hecho lo que tienen que hacer, o sea ir a las embajadas y exigir el respeto a las garantías individuales de todos los oaxaqueños, la liberación de los presos, porque sí, nos han llegado esas peticiones, mínimamente han hecho en todo, en Canadá, en Estados Unidos, y eso nos alienta bastante.
¿Tienes algún otro comentario que hacer?
Quisiera denunciar nomás, no recuerdo el nombre de un compañero que estaba en el mismo pasillo que el mío (yo estaba en la celda 29, él estaba como en la celda 33), el compañero habla muy mal el español y él se dedica a vender rastrillos de rasurar las barbas, en Huajuapan. Lo invitaron a la marcha y él vino a la marcha. No tenía para regresarse, se regresó al plantón, y que lo levantan. Y digo esto porque es terrible cómo fue tratado él por no hablar el español. Por ejemplo le decían su apellido: “¡Pérez Sánchez!”, y él se llama Pedro, y decía él “Yo me llamo Pe...”. [Y el guardia le decía] “¡Te estoy diciendo que...!” y no le agarraba el pobre señor. Tenía parálisis facial, me parece, se lastimó del pie, el problema era terribe. Nadie lo fue a ver allá, yo fui con mi hijo a [su] casa, di con su familia, les dije que los reos ya estaban en Tlacolula, le dimos una ayuda económica, y hasta ahí. Este ejemplo es terrible, terrible. En mi celda tenía de compañero a un muchacho de 18 años de nombre Uriel, y otro Eber Ignacio Legaria. Y si me permites deja platicar esto: tenía a su papá al lado, entonces los dos se decían “Buenos días papá”, “Buenos días hijo chulo”, “Cómete la verdura”, “Sí papá, tú también”. El señor se tomaba a veces 15 pastillas. Tenía diabetes, se le hinchaba el pie, [estaba] mal de los riñones, no sé cuántos males más tenía el señor. Nunca nos vimos, hasta que un día salimos a un comedor. Nos pidieron (la psicóloga, para ver nuestro perfil, de alta peligrosidad me imagino), que dibujáramos unos dibujos: un hombre, una mujer, un árbol, etcétera. Entonces el muchacho no alcanzó lugar, se quedó parado con otros tres. Y en eso vio a su papá y se atrevió a decirle a un oficial “oficial, permítame ver a mi papá”, “Quién es tu papá”, [le respondio el oficial] “Es el señor que está allá”, lo señaló. El muchacho ya después de diez días no había visto a su papá de frente, más que hablarse. Y fue, le tocó el hombro y le dijo “Papá”, y el señor se paró y se abrazaron y lloraron. Fue un momento terrible porque finalmente el papá y el hijo estaban encerrados allá, y la mamá pues no sabía. Incomunicados totalmente. Escenas así se repetían a diario.
¿Puedes recordar otros nombres de los que están todavía en prisión?
Es muy difícil aprenderme el nombre de un muchacho, Valdivia, pero ya salió. Era el que sufría mucho. Recuerdo a… Ángel, se llamaba uno; nos conocíamos de voz. Nunca le vi la cara. Es muy dificil recordar nombres. Pero era terrible porque es una cárcel muy especial. No te dejan salir al patio. Tenías que salir o entrar a la prisión en siete-ocho movimientos. Tenías que alzarte todo, bajarte el pantalón, bajarte la trusa, subirte todo igual, todo agachado, sin ver nada alrededor. Entonces en ese proceso como fueron varios días nos conocimos de palabra. Sabía quién era Edgar, sabía quién era Valdivia, sabía quién era Ángel, don Jaime Legaria, José Luis Oropeza (era el que mas nos daba ánimos), “Vamos a salir” nos decía, porque ahí creo que todos llorábamos, de repente lloraba uno, de repente lloraba otro por allá, se oía que lloraba otro por acá. José luis Oropeza es de Huajuapan. No le vi la cara a él, pero yo le calculo que tendría unos treintaitantos años. “¿Saben qué?, no, no nos van a dejar, en Oaxaca no nos van a dejar. Un día vamos a salir”, y nos daba ánimos. Él está recluido todavía.~
miércoles, 27 de diciembre de 2006
EN EL LABERINTO
Allá, recluido en la soledad
me sobró tiempo
para pensar en ustedes
los que me dan libertad
y
porque pronto
sobrarán lágrimas también
para recibir a los que faltan.
GRACIAS PUEBLO.
Dionisio Martínez
Diciembre 2006
me sobró tiempo
para pensar en ustedes
los que me dan libertad
y
porque pronto
sobrarán lágrimas también
para recibir a los que faltan.
GRACIAS PUEBLO.
Dionisio Martínez
Diciembre 2006
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